DERMATOLOGIA INTEGRAL: LOS MEDICOS DEBEMOS “ENCENDER” A NUESTROS PACIENTES
"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de
Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó.
Dijo que había contemplado desde arriba,
la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de
fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos
chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos
fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta
pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se
enciende."
Todos deberíamos intentar ser el tipo de “fueguito” final,
el que “enciende” al que se acerque. Pero especialmente los médicos. Tenemos
esa oportunidad y esa responsabilidad con nuestros pacientes.
El otro día comentaba con el personal de la clínica lo
siguiente. Cuando los pacientes salen de nuestra clínica, pueden existir 3
tipos de reacciones posibles de los mismos:
- que digan: “vaya desastre, yo no vuelvo más”
- que digan: “todo correcto, son profesionales”
- que salgan y digan ¡Qué maravilla de clínica! ¡Cómo me han tratado!
Esto último es lo que tenemos que intentar conseguir:
ENAMORAR a nuestros pacientes, “encenderlos”, intentar establecer un nexo
emocional con ellos a través de cómo les tratamos y cómo se han sentido en
nuestra clínica.
Las personas que nos dedicamos a la medicina tenemos que ser
el tipo de “fueguito” que “enciende” a los demás, que los hace ser mejores.
Ayudar a nuestros pacientes a través de la piel. Y tenemos que ser, como dice
el cuento, un fuego sereno, que no sea sensible al viento (modas, expectativas
no realistas, dinero, farmacéuticas, tendencias temporales, etc.).
Les decía al personal de nuestra clínica que no se trata de
hacer constantemente cosas extraordinarias, sino de hacer las tareas normales
del día a día de forma extraordinaria.
Porque los médicos curamos a veces, pero debemos aliviar
siempre. Por eso en una de las paredes de nuestra clínica, para que lo tengamos
presente todas las personas que trabajamos allí, aparece la siguiente frase:
“Que nadie salga de nuestra clínica sin sentirse un poco mejor o más feliz”.
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