BOTOX EN MADRID: CONFERENCIA MAGISTRAL

En el pasado congreso Belleza sin cirugía dí la charla magistral sobre la situación actual del Botox, es decir, de la toxina botulínica, y quería compartir con vosotros algunos datos.
 
Como sabéis el uso de la toxina botulínica lo iniciaron los oftalmólogos, sobre todo para el tratamiento del blefaroespasmo (contracción involuntaria del párpado). Una oftalmóloga canadiense, la Dra Carruthers, le comentó a su marido dermatólogo que algunos pacientes tratados de blefaroespasmo mejoraban las arrugas de expresión del entrecejo. Por ello realizaron en los años 90 un estudio con sus enfermeras y ellos mismos y demostraron por primera vez que la toxina botulínica podía mejorar las arrugas de expresión. Por esta razón se considera a los doctores Carruthers los “padres del botox”.
 
Hoy el uso de la toxina botulínica se ha convertido en el eje de la prevención y el tratamiento del envejecimiento facial. De hecho conviene resaltar los siguientes puntos:

 
- El botox es la técnica estética más realizada en el mundo.
 
- Su uso ha aumentado el año pasado, a pesar de la crisis, en EEUU un 7% según la Asociación Americana de Cirujanos Plásticos.
 
- El uso prudente de la toxina botulínica produce resultados naturales conservando la expresión del paciente.
 
Hoy usamos toxina botulínica para eliminar arrugas del entrecejo, de patas de gallo, de la frente, del mentón, de la mejilla, del cuello, etc. También lo usamos para “remodelar”: mejora la sonrisa, sobre todo cuando se enseña la encía (sonrisa gingival), relaja el músculo de la masticación (masetero) por lo que mejora el bruxismo, realiza el “lifting sin cirugía” de la línea mandibular, sube la punta de la nariz, incluso puede elevar el pecho. Todo ello se puede conseguir porque la toxina botulínica es un “relajante muscular” y al relajar los músculos depresores se consigue “elevar” la estructura deseada.
 
Hoy en España más del 50% del uso de la toxina botulínica es para uso no estético. Los dermatólogos lo usamos para tratar la sudoración excesiva (hiperhidrosis), los neurólogos para tratar contracciones musculares y cefaleas, los oftalmólogos para espasmos palpebrales y estrabismo, etc.
 
El nombre de “toxina botulínica” se debe a que la proteína deriva del la sustancia sintetizada por unas bacterias implicada en el botulismo. A pesar de su origen la toxina botulínica es un fármaco muy seguro. La dosis que se inyecta en la cara por paciente es de alrededor de 50 unidades. En niños usamos dosis de más de 200 unidades sin ningún riesgo. El número de unidades que puede resultar tóxico para una persona es 3.000 unidades. Todos los fármacos pueden tener efectos secundarios. En el caso del Botox, éstos son muy raros y siempre aparecen cuando la técnica es realizada por médicos inexpertos o no cualificados. Las posibles complicaciones son: caída de la ceja o el párpado, hematomas, dificultad para tragar cuando se inyecta en cuello, cefaleas, etc. Sin embargo estos efectos secundarios desaparecen espontáneamente en pocas semanas. Su seguridad queda contrastada debido a que se tiene experiencia de más de 30 años del uso de Botox en medicina (estrabismo, espasmos musculares, tics, etc) y a dosis muy superiores que en estética.
 
Hay personas que tienen una idea equivocada de la toxina botulínica ya que piensan que es la responsable de las “caras sin expresión y a veces grotescas” que se ven constantemente. Pero no es culpa del “Botox” sino de cómo se inyecta. No hay duda que el tratamiento inadecuado con Botox hace que determinadas personas no gesticulen en absoluto dejando una cara “planchada” y no natural. El objetivo del especialista es mantener la expresión del paciente, conservando las arrugas, pero dando un aspecto más descansado y fresco. Nos gusta que a nuestros pacientes les digan “qué buena cara tienes”, pero nunca que les digan “qué te has hecho”. No es natural una cara sin gestos. Hay que suavizar las expresiones que transmitan cansancio, tristeza o ansiedad pero no eliminar todas las arrugas (los adolescentes tienen arrugas). Se trata de conseguir una distribución armónica de los distintos elementos de la cara.
 
La toxina botulínica es un buen tratamiento para personas jóvenes. Cuando se tiene un entrecejo muy marcado, unas patas de gallo muy prominentes o la nariz desciende al sonreír, la toxina botulínica puede ayudar a mejorar estas alteraciones. En estos casos los pacientes no se ponen Botox para verse más jóvenes sino para verse mejor. Nosotros inyectamos Botox a muchas personas de 40 años que presentan de una forma precoz muchas arrugas de expresión que dan a su rostro una mirada de preocupación, enfado o cansancio.
 
La técnica varía mucho en mujeres y hombres. Por lo general los hombres necesitan más dosis y más puntos de inyección. Además hay características especiales en cada sexo. Las cejas de una mujer presentan forma de arco, manteniendo una distancia amplia entre la ceja y el párpado superior. Sin embargo, en la cara de un hombre, las cejas son lineales. Además, en el hombre la distancia entre la ceja y el párpado no es grande. Es fundamental mantener ésta distribución si no queremos dar un aspecto femenino a un hombre o una mirada masculina a una mujer.
 
El futuro de la toxina es muy prometedor. Primero porque van a aparecer nuevas toxinas con nuevos usos. Y en segundo lugar se va a comercializar en los próximos meses una toxina botulínica en gel. El paciente acude a consulta y el dermatólogo le aplica un gel en las “patas de gallo” durante 30 minutos. Los efectos no son tan evidentes ni duraderos como cuando se inyecta, pero es una buena alternativa para las personas que no quieran pincharse.
 
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